Una
chica de trece años observaba la ventana de un autobús mientras sus recuerdos
escribían en las nubes que cubrían el cielo azul las razones por las que se
quería marchar.
La
paranoia juvenil le decía que la querían asesinar, había sido un sábado normal
entrando al apartamento de su padre con un gran obsequio para el día del padre
y muchas ilusiones sobre la marcha, abrió la puerta y fue halada del brazo con
brusquedad hacia dentro mientras la puerta se cerraba de un golpe.
-¿Pap…?-
comenzó a decir antes de que le torcieran la mano y su rostro hiciera un gesto
de dolor, el hombre frente a ella empuño lo primero que encontró a mano y lo
alzó hacia ella, el golpe de un gancho de colgar ropa cayó en su rostro
mientras él gritaba cosas que ella apenas entendía. Lo observo con miedo y
terror mientras la caja en que llevaba el obsequió caía al suelo.
-¡Quédate
aquí!- gritó zarandeándola mientras la chica deseaba y fallidamente intentaba
salir corriendo. El hombre dio media
vuelta y entro a una habitación donde se escuchaba como el sujeto gritaba y
golpeaba a la que se oía como su novia.
La
niña que seguía en la sala-comedor jadeo y tomo su celular para llamar a su
madre, quién aún se encontraba fuera del edificio, pero la llamada se fue al
buzón.
-¡¿Qué
crees que estás haciendo?!- le grito el hombre que estaba de vuelta en la sala
tomándola con tanta fuerza en el brazo que le hacía daño- ¡eres igual que todas
esas mujerzuelas!- dijo mientras la golpeaba contra la pared- ¡No vas a salir
de aquí!
La
niña lo observo asustada, jadeando y con los ojos llenos de lágrimas mientras
él volvía a la habitación inundando el pequeño apartamento de insultos. Tan
pronto se marchó tomo la llave y abrió la puerta para correr al pasillo
pidiendo ayuda mientras el sujeto del apartamento la seguía de cerca, pisándole
los talones, hasta llegar al balcón que conectaba con las escaleras donde la
alcanzó y comenzó a soltar improperios interrumpidos por el sonido de un móvil.
-¿Diga?-
contestó él- todo está bien, puede irse para la casa.
-¡No!
¡Auxilio!- dijo la chica antes de soltar una queja al recibir otro golpe. Él
colgó el celular y la observo con enojo mientras la arrastraba al apartamento.
-¡Basta!-
dijo una tercera voz femenina haciendo que ambos se voltearan a ver a la madre
de la niña quien había subido el único piso probablemente a saltos y ahora
jadeaba.
-¡Largo!-
grito el hombre dándole un golpe para luego empujarla por las escaleras.
-¡mamá!-
grito la niña corriendo hacia ella.
Luego
todo paso muy rápido, ambas mujeres, bueno, madre e hija corrían por el centro
de una perdida ciudad en Macondo mientras el hombre las seguía pisándole los
talones.
Cuatro
cuadras después estaban en una estación de policía siendo levemente
interrogadas por dos policías que se reían entre ellos al escuchar lo que una
adolescente y su madre tenían que decir, sin ser creídas por nadie, sin ser
tomada en cuenta la sensación de inseguridad, miedo y desconfianza que recorría
su cuerpo cuando mirada al hombre que se hacía llamar su padre.
-Ja!
Esa mujer llego a dañar la armonía de mi hogar!- dijo el hombre del apartamento
observándolas con una sonrisa triunfadora.
Luego
de una muy larga discusión a la que la chica y no deseaba poner atención, o tal
vez había olvidado recordar, él se fue de vuelta a su apartamento.
La
chica observaba las nubes aterrada aun mientras recordaba porqué deseaba salir
del perdido Macondo.
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