Un amor de esos en los que el chico te recogía en la casa, te llevaba flores, chocolates, te enviaba cartas de amor aunque fuera cursi, o un osito de peluche.
Donde te regalaban casetes con un mix de música y te subrayaban las que estaban dedicadas a ti.
Un amor de llamadas interminables con cuentos jamás contados o repetidos mil veces.
Con salidas a lugares extraordinarios y planes ingeniados, con visitas a los parques, a bailar despacio y con prisa, en medio de una calle, olvidando que alguien más los mira.
Con oportunidades de hacer bobadas y ser románticos porque ahora todo eso se ha perdido, la gente va demasiado rápido y parecen temer llegar a amar.
Decir te amo no significa ya nada. Le dices “mi amor” a cualquier aparecido que conoces en la tienda de la esquina donde ayer conociste a tu último amante.
Ya nadie prepara café para compartirlo por toda la vida. Prefieren beberse de un trago la noche y marcharse al otro día.
Hace un par de años conocí a alguien que me mostró esa forma de querer. La magia, las estrellas, el cielo de una forma tan pura e inocente como no se encuentra en la realidad.
En nuestra primera cita tuvimos una guerra de helado tan infantil y divertida que ahora no puedo creer que haya pasado.
Fuimos a cine y no pusimos atención porque la charla era mucho mejor.
El parque de diversiones aprendió sobre las risas que bailaron en nuestros corazones esa noche.
Todas las calles de la ciudad presenciaron nuestros tontos y locos pasos de baile y las zonas sociales nuestros toques con un par de guitarras acústicas y nuestras voces.
La mejor maratón fue ver dibujos animados en una tarde en la que íbamos a jugar básquet y empezó a llover.
Ninguno tuvo el menor temor de rehacer cada película romántica que veía por el mero placer de hacer tonterías.
Y eso es lo que falta en nuestros días, un amor de película, una realidad de espontánea felicidad.
Una instantánea en la que todo sea constante, sin prisa, alocadamente lleno de vida, sin necesidad de estar en una relación.
Admitámoslo. Hace falta el amor, de esos de película, donde tú puedes hacer todo realidad.
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