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27 mar 2016

ESTE AMOR COBARDE




Jueves



Soñé con la perfecta imperfección. Tenía el color de tus ojos, comprendía perfectamente mis demonios.
Muchas veces la confundí y fue decepcionante saber que no era el sueño que soñé.
Ahora te veo, mejor que cualquier sueño, letal como la pequeña copa de cianuro que lleva Eros junto a sus flechas.
Es imposible.
Es peligroso.
Es ver a los ojos al demonio y pedirle que me mate.
Es desear algo inalcanzable, algo fugaz, algo brillante.
Un meteorito, un diamante, una pequeña chispa que encendió el cigarro que ayer te robaste.

Pero el cansancio me ha invadido por completo y justo ahora no quiero que nada pase.
Le llaman cobardía.
Tal vez sea mucho más inteligente quedarse en el limbo.

Te anhelo; siquiera lo pienso, a veces en la oscuridad; en susurros, a veces lo admito.
Admito que te deseo.
Temo decirlo.
Te quiero.
Te deseo.
Apenas lo admito.
Trato de alejar los sentimientos descontrolados que no debería tener, que me prometí no poseer y despierto en mi las esperanzas de un mejor mañana.
Las mariposas vuelan lejos de casa; las hadas bailan al alba y mi amor regresa a su recoveco cada vez que los duendes se esconden bajo mi cama mientras destiñen las maravillas que soñé esta madrugada.

Mientras llovía imagine una vida lejos de este lugar, una vida sin mí, sin ti.
Una vida en la que cada noche, cada madrugada y todos los días de la semana fueras la luna que tanto imaginaba.
Vi la perfección delante de mis ojos y toqué la imperfección.  La abracé todo el tiempo.
Soñé que los ángeles no comprendían mi infierno.

Tal vez en otra vida le habría amado, pero ahora no basta, es demasiado suave y dulce para mí.
Te deseo libre, feliz, volando como las golondrinas, probablemente  lejos de mí.
Lejos de mi camino, lejos del azul del agua que me acompaña sentada en la ventana de mis pensamientos donde vuelan tus besos y hay una sede para esa canción llena de sentimientos. Te deseo un lugar bajo el agua, donde vivamos, sin esperar que entre tú y yo nunca haya nada personal.

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